Que nadie me salve

Nadie me enseñó a vivir, de mis heridas aprendí,
a gastar la piel sin pedir permiso,
a entender que el cuerpo no es templo ni cárcel,
sino un préstamo de caducidad difusa.

He dormido bajo la lluvia del tiempo,
me he secado con la fe de los otros,
he amado sin mapas, sin rumbo, sin dios,
y he pagado el precio exacto de estar vivo.

No soy bandera ni ejemplo,
ni mártir, ni santo, ni esclavo,
solo carne con preguntas.

Dejadme caer a mi manera,
que no hay pecado si no hay víctima.
Prefiero arder por cuenta propia
que fingir estar a salvo.

Cada arruga guarda un intento,
cada intento un nombre que olvido.
La cordura pasa de largo
cuando la invito a mi precipicio.

No quiero cura ni maestro,
me basta saber lo que elijo.

Morir es estar vivo sin pecar,
vivir es caminar hacia la muerte sin mirar el paso que das.

Si me arrepiento de lo que no hice,
si escarmiento cuando me caigo,
si voy despacio por precaución,
si en la misma piedra no me vuelvo a tropezar,
si de los errores solo aprendo a parar...

no… no…
esto no va,
algo falla.

Que el fuego no arde para apagar,
que el viento no sopla para frenar,
que el aire no mata al respirar.

¡Joder!
algo falla,
algo va mal.

Dejadme vivir a destiempo,
que el reloj no entiende de instinto.
Si he de perder, que sea mío el riesgo,
si he de pagar, que sea en mi nombre.

Que nadie me salve de mí,
que nadie me enseñe a vivir,
que nadie me enseñe a morir.